Día 1
Empezamos el día levantándonos a unas horas que mejor no mencionar... pero nos esperaba un desayuno contundente. Una vez cogimos fuerzas partimos hacia el Jardín Botánico Hoya de Pedraza, allí nos esperaba un compañero que no habíamos conocido todavía y conocimos a las guías intérpretes Ana y Lola que nos hablaron sobre el Parque Nacional de Sierra Nevada, hablándonos sobre su riqueza en biodiversidad y sus endemismos. También nos habló sobre un programa de voluntariado sobre el muestreo de mariposas al que nos invitó a participar por medio de ciencia ciudadana (eBMS). Dimos un paseo por el jardín y nos paramos en cada planta que tenía mariposas y además tuvimos la suerte de ver UNA CÓPULA. Vimos más mariposas de las que esperábamos y algunas especies difíciles de ver. Vimos también un montón de aves, orugas, lagartijas... aportando cada uno nuestro conocimiento. También plantas endémicas que nos gustaría conocer en su temporada. Cuando se acercaba la hora de comer fuimos hacia un merendero con un columpio con vistas al Veleta donde comimos mientras Sergio nos contaba sus frikadas de las Orquídeas. Después de descansar unos minutos mientras preparábamos un juego que duraría todo el voluntariado. Cambiamos de localización hasta Güejar Sierra donde nos tomamos un café antes de comenzar con nuestro primer muestreo. Una vez nos explicaron todo lo que teníamos que hacer nos pusimos manos a la obra. Nos parecieron muy interesantes las pruebas fisicoquímicas y los macro invertebrados que encontramos aunque nos faltaron más tricópteros pero conocimos a Manolo, un plecóptero gigantesco. De vuelta al hotel intimamos más entre nosotros jugando a dos mentiras y una verdad para acabar con una gran interpretación musical de colgando en tus manos. Desinfectamos todo el material utilizado y después de cenar sacamos el día con una pequeña ruta nocturna entre ovejas arañas y ortigas.
Día 2
Hoy desayunamos más tarde que el primer día (se agradece, aunque un buen bufé siempre es bienvenido). Emprendimos el viaje en carretera con una banda sonora de canciones repetidas pero que, oye, sientan muy bien (aunque no a Manuela). De repente, una familia de jabalíes punkis cruzó la carretera delante de la furgo como si nada.
Este día tocaba salida al río Trevélez: estábamos con el segundo y tercer muestreo de macroinvertebrados y, mientras vadeábamos, vimos una rata de agua que parecía querer unirse a la fiesta. En la red del muestreo apareció también un nematodo, lo que fue un momentazo de emoción bióloga y ambientóloga colectiva. El sitio estaba precioso, aunque había sufrido algunos cambios en los últimos años porque, como dice Manuela, “el río no es un ecosistema estático sino que está en constante cambio”. Íbamos en parejas y rotando para que todos probáramos todo, lo que hizo que la parte macro se alargara bastante (aprendizaje intenso + muuucho tiempo = comer tarde).
A mediodía comimos en Trevélez, el pueblo del jamón (estábamos encantados, pero Franco no tanto, aún no sé cuántos años lleva siendo vegetariano). Por la tarde seguimos con el tercer muestreo, que también se alargó porque somos muy meticulosos. Esta vez encontramos ácaros y Camacho aprovechó para explicarnos la diferencia entre insectos y arácnidos (todo está en el número de pares de patas). Desde el coche vimos las telas que ponen para proteger los tomates cherry de los pájaros, que al parecer tienen paladar de rico.
Entre espectrofotómetros, medidores de pH, vadeadores y clases de hacer el pino nos quedó claro que estamos sacando buenos resultados, pero necesitamos ser más eficaces.
Durante el día jugamos a un juego en el que había una palabra prohibida —“agua”— y quien la dijera se llevaba un tótem. Quien lo tuviera al final del día debía escribir el diario. Y así, de los creadores de “por un peo aquí me veo”, y “por la acidez aquí me ves”, llega:
“por despistá, escribiendo de madrugá”.
Después desinfectamos el equipo, fuimos a cenar (que no tuvo gracia) y cerramos el día con una ruta nocturna donde entre muchas otras especies vimos opiliones, una rata subida a un árbol (sufrimos por nuestras cabezas) y hasta un gato loquillo.
Y con esto y un bizcocho hasta mañana a las ocho (literalmente).
Día 3
Empezamos el día con energía con otro desayuno buffet maravilloso. (Se nota que la gente ya conoce donde está cada cosa porque la eficiencia para pillar comida es impresionante) En la mesa nos acompañó una pequeña avispa que se quería comer el jamón del plato de Ana pero acabó encerrada en un bote de muestras hasta que acabamos el desayuno y fue liberada.
Después de cargarnos las pilas, iniciamos rutina preparando los equipos, mirando que no faltara nada y revisando una pequeña herida de guerra que molestaba para andar.
Seguimos nuestro camino hacia el Parque Nacional de Sierra Nevada, por lo que nos contaron, transitando por la carretera más alta de España, a ambos lados podemos observar parches de pinar de repoblación de pino silvestre y vegetación arbustiva.
Recordando lo que nos comentaron en el jardín botánico... nos encontramos a tan solo 35 km en línea recta del mar, y hoy podemos apreciarlo, ya que nos encontramos a tal altura, que podemos vislumbrar el océano en el horizonte.
Próxima parada mirador de Trevélez: al norte se ve el Mulhacén y el arroyo culo de perro que confluye en Trevélez, y al sur, la Sierra de Lujar, la presa de Lujar (donde se arremolinan vientos de hasta 100km/h) y el mar, entre otras cosas. Algunos días de mayor visibilidad podríamos haber visto montañas del continente vecino pero hoy no tuvimos suerte. Al oeste el Veleta, donde pasa algo misterioso con el Quebrantahuesos que probablemente descubramos el domingo. También se ve algo curioso, los bordes de algunos parches de pinar tienen límites completamente geométricos, fruto de las divisiones (fanegas) que se han hecho tradicionalmente.
La composición floral cambió bastante a estas cotas, se observaron formas más almohadilladas para retener la humedad ambiente, y que también sirven de refugio para otras plantas. Se vio una gran abundancia de piornal, compuestas espinosas, leguminosas y gramíneas.
Seguimos nuestro ascenso con la visión de algún que otro cernícalo y un buitre. Finalmente, llegamos a nuestro destino, bajamos de la furgo y seguimos el camino en la dirección del refugio Poqueira. Tuvimos un ligero descuido y olvidamos los vadeadores (más tarde nos daríamos cuenta que nos olvidamos alguna cosa más) aunque para la próxima seguro que estaremos más atentos, de los errores se aprende.
Antes de llegar a la zona de muestreo vimos unas cabras, poco después un grillo endémico tan curioso como grande (Baethica ustulata) y un grillo de montaña (género Pycnogaster), dejamos atrás el refugio y a pocos minutos encontramos el arroyo Poqueira donde comenzamos a muestrear. Como los días anteriores, dividimos las labores por equipos y en tres estaciones: caudal, físico-químico y macroinvertebrados. La zona era bastante rica en macroinvertebrados a pesar de lo que se pudiera pensar a simple vista. A diferencia de la composición faunística de los otros puntos de muestreo vimos como novedad las sanguijuelas. El paisaje de esta zona era espectacular, la pendiente era más pronunciada y el río menos caudaloso, no había presencia de orillas con arena y fuimos un poco más ágiles que los otros días. El camino de regreso se hizo algo complicado con el sol y el equipo a cuestas, pero nos esperaban unos deliciosos bocatas a pocos minutos. Descendimos un poco hasta el Área Recreativa Hoya del Portillo y nos dimos un modesto festín. Como no teníamos más trabajo por la tarde, emprendimos la vuelta prontito. Tragamos un poco de tierra en la furgo pero la vuelta se hizo sumamente corta, a la izquierda de la carretera vimos algunos abejarucos equilibristas en los cables de alta tensión y un pequeño remolino, por suerte, muy separados el uno del otro.
Llegamos y fuimos directos a desinfectar el equipo. Está tarde las actividades seguirán, pero en la piscina, más tarde nos dirigimos al mirador Tajos del Ángel para ver la puesta de sol, se nos cruzaron unos vencejos, hicimos sesión de fotos y aprendimos el significado de los nombres de algunos pueblos de la zona (Capileira = el pueblo de arriba) pero poco atardecer se vio. Como empezó a hacer frío, nos fuimos corriendo a cenar y jugamos al juego de la noche anterior.
Para rematar el día nos abrigamos un poco y dimos un paseo por el pueblo, aprendimos algunas características de la arquitectura del lugar como la combinación de vigas y lajas de pizarra, las chimeneas altas cubiertas, o la pintura de las fachadas con cal.
Todavía no vemos rapaz nocturna, pero no perdemos la esperanza.
Día 4
Aún no había salido el sol y ya sonaba el despertador. Recorrimos todo el pueblo del tirón hasta llegar al mirador. Vimos un pico picapinos, que no un pico menor, una garza real e incluso se asomó un trepador.
Abandonamos el lugar para ir a desayunar. Todos con mucha hambre y ganas de muestrear. Una vez más todo lo queríamos probar, pero el reloj ya marcaba la hora de marchar. A través de la ventaja pudimos apreciar como las nubes formaban un mar.
Por una carretera que daba escalofrío emprendimos un viaje hasta un pueblo vacío. Subimos la cuesta siguiendo el río, rodeados de escaramujos que te dejan estreñido.
Cuando conseguimos llegar empezamos a trabajar. Se empezó a complicar entre ramas avanzar. No todo es coser y cantar, y aun así conseguimos disfrutar.
La hora de comer llegaba y joder el sol! como pegaba ¡De tanta hambre se nos caía la baba, pero el bocadillo de tortilla nos esperaba. Kiki Buba, rata rana, no sabíamos que nos representaba.
Bajar al río fue una lucha, y de casualidad pillamos una trucha. Con tanto muestreo necesitábamos una ducha. De camino a la furgo una curruca se escucha.
En Capileira café o helado, mientras de las especies hacíamos un listado.
Para despedir este día tan soleado, Pablo en el columpio fue balanceado.
Tras un poco de ejercicio volvimos al hospicio. Las cenas como siempre eran puro vicio, cuantas películas por ver ¡que suplicio!
Una vez en el poblado a las cartas hemos jugado. Hu-hu, guau guau qué guay como ha molado. Me encanta el voluntariado ¡Que pena que no te hayas apuntado!
Fdo: los poetas de la ACANETA
Día 5
Tristemente la aventura llegaba a su fin y delante de nosotros amanecía el último día de voluntariado. Nuestras caritas tristes y algo cansadas aparecieron poco a poco en el desayuno, pero enseguida nos animamos al ver el delicioso y aestethic desayuno que nos preparamos. Si te fijas el plato de cada uno se suele repetir: croissants, yogur con piña, tostadas con tomatico, mucha fruta y huevos revueltos. Al acabar y a modo de sorpresa recitamos el diario-poema que se nos había ocurrido sobre el día anterior, fruto de un destello de lucidez nocturna.
Una vez listos y con la energía a tope emprendimos nuestro camino hasta Lanjarón. Allí nos recibieron Sara, coordinadora de Brutal España, con su hijo-paloma “Pollo” del cual no pudimos evitar enamorarnos. Sara nos estuvo contando su labor en la zona y pudimos contribuir en la restauración de la casa forestal, que será en un futuro cercano un centro de recuperación de fauna. Estamos deseando volver dentro de un tiempo para ver la evolución del sitio y como la acción comunitaria da sus frutos. A parte de estas tareas, pudimos ver como alimentaba a los últimos vencejos del verano y nos habló sobre su inspiradora trayectoria profesional, lo que nos hizo reflexionar sobre las muchas posibilidades que hay dentro de la ciencia.
Tras la comida, tomamos una decisión y emprendimos camino hasta la Laguna de Padul, un sistema palustre o lacustre, bueno quién sabe, algo de eso. La primera mirada nos dejó asombrados, cormoranes, garcillas, fochas e! incluso una polla¡, de agua claro 🦆. Que paz y que bien nos vino un momento de descanso como recompensa. Recorrimos la laguna a través de túneles de carrizo, asomándonos como suricatas para intentar ver alguna nueva especie. Una pequeña reflexión nos hizo entender el gran problema que supone la expansión de esta especie por la laguna. Ya era hora de dar la vuelta, pero de repente un sonido se escuchó a nuestra izquierda, ¿era una focha, un águila pescadora, una culebra bastarda tal vez? Pues no, eran Camacho, Andrea y Alba en un intento fallido de darnos un susto, casi.
Llegaba un momento triste, muy triste. Rumbo de vuelta a la civilización, tocaba despedirse de Pablo. Con unos cuantos pucheros, miradas tristes y un abrazo nos despedimos del mejor jugador de las cenas, un nuevo amigo que tendremos para toda la vida.
Pusimos dirección al hotel, el viaje lo protagonizó la música. Nos enfrentamos a una lista mezclada de canciones, había que adivinar quien había puesto cada una. Franco, Franco, Franco, ¿Cómo que está no es de Franco? Descubrimos que todos tenemos los mismos gustos musicales de Franco. Sonaron muchas canciones, pero sin duda alguna hubo una que se repitió muchas veces, demasiadas, el rugir de nuestras tripas.
La última cena, mesa de 8 para 7, era difícil no pensar en él. La comida, como siempre, exquisita. Cerramos con una puesta en común de cómo nos había parecido el voluntariado, ¿quejas? ninguna.
Tocaba irse a la cama, pero había algo, algo tiraba de nosotros hacia fuera de la habitación. Faltaba un último paseo, una última charla. Camacho nos habló de eso que nadie te cuenta en la universidad, la realidad. ¿Tristes? No, motivados y con ganas de volver a implicarnos en este mundo que tanto nos gusta.